La reflexión del ristretto (I)

Cafetería La Rollerie en Valencia

Cafetería La Rollerie en Valencia

Zombies, en todas partes veo zombies. En la televisión cuando ponen The Walking Dead y su spin-off Fear the Walking Dead, incluso he llegado a ver a Brad Pitt luchando contra zombies. También cuando voy a la librería y ojeo diversos libros sobre el tema, como los manuales de supervivencia, los hay de guerras mundiales zombies. Por si no fuera poco, incluso los videojuegos en infinidad de formas han jugado y coqueteado con esta temática, desde la extensa saga Resident Evil pasando por islas infestadas de zombies e incluso zombies en el Far West, no sin olvidarnos de que hasta las plantas han peleado contra los zombies…

Pero, tal es su infestación que es en el día a día, en las esferas de lo mundano, donde más zombies pueden observarse, los hay en la parada del tren, en el interior del autobús, caminando por infinidad de calles, en el reflejo de mi teléfono, también en algunos (lamentables) casos incluso al volante de su vehículo. Podríamos estar ante lo denominado como zombies de las nuevas tecnologías.

Vivimos en una época donde encontramos, que los nuevos dispositivos tecnológicos como los móviles de última generación, las tablets y otros muchos gadgets inundan nuestra vida cotidiana, haciéndola en muchos casos más entretenida, poniendo a nuestra disposición y al alcance de la mano infinidad de posibilidades como conectarse a Internet o interactuar en diferentes redes sociales y en cualquier parte del mundo, por remoto que sea el lugar.

Sería interesante pararse a reflexionar, como es el caso de la reciente historia de la señora de Massachusetts publicada por el Boston Globe, donde observamos que durante la celebración de un desfile protagonizado por estrellas de cine, esta anciana señora, disfruta de dicho evento, con todo detalle y fascinación, mientras la muchedumbre está más pendiente de inmortalizar el momento desde las pantallas de sus smartphones.

Y es que: ¿no estaremos dejando de disfrutar de los momentos y situaciones en pos de guardar digitalmente estos recuerdos?, por otro lado: ¿estamos en una época donde descuidamos nuestras relaciones interpersonales físicas de quienes nos rodean en pro de salvaguardar las digitales?, y relacionado con esto último: ¿valoramos demasiado lo que piensen los demás de nosotros e intentamos vanagloriarnos de nuestros logros o acciones? Como decía Honoré de Balzac: ‘’Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir’’, y seguramente hoy en día alguno le diría a Balzac que: ‘’que sí, que antes era vanidoso, pero ya no, ahora soy perfecto’’.

Deberíamos de valorar y disfrutar los momentos de otro modo, las nuevas tecnologías abren un apasionante abanico de opciones a la hora de sentir y vivir nuestras experiencias y además, poder compartirlas. Pero tenemos que aprender a mirar los momentos como lo hacíamos antaño, no hace mucho. Levantar la mirada de las pantallas luminosas que nos atraen como lo hacen las luces de las bombillas con los insectos. Hacer un poco de caso omiso a esos cantos de sirena que salen por nuestros móviles y que nos seducen en forma whatsapp y demás aplicaciones. De valorar los ratos con los amigos, disfrutar de las cenas con las personas que hacía tiempo que no hemos visto sin que se vean interrumpidas por conversaciones paralelas que se llevan a cabo en los diferentes artilugios, de guardar más experiencias en nuestra memoria neurológica y no tantas en nuestras memorias Micro SD. Que no mueran los encuentros casuales o causales originados por el destino y en su lugar obtengamos invitaciones de amistad, likes y retweets.

Desde Piazza Gelato, lanzamos este pequeño alegato, donde, servidores son los primeros en reflexionar y aplicarse el cuento, valga la redundancia, no serviría de nada la hipocresía en algo tan interiorizado y arraigado como es este tema en nuestras vidas actualmente.

»Todo coleccionista de experiencias tiene una instantánea que realizar, un momento que saborear, es esa fascinación que le lleva a zambullirse en territorio ajeno lo que nos une en este viaje».                                                                                                           Piazza Gelato

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